Idus
de noviembre del año del Señor de 1065. Una gran nevada cae sobre el
campamento. Fernando, rey de Galicia, de León y de Castilla, moribundo,
viejo y decrépito, viaja de regreso a casa con sus mesnadas tras su
última batalla. Torturado por su conciencia, se pregunta por qué,
habiendo podido dejar a su primogénito un único reino que, fuerte,
extendiera su poder por toda la Hispania cristiana, decidió repartir en
vida Castilla, León y Navarra entre sus tres hijos varones que, a esta
hora, preparan sus huestes y afilan sus espadas para la guerra
fratricida que se avecina para después de su muerte.
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